¿Cómo estás querido lector?
Imagina que no es una pregunta de cortesía, esta vez va en serio, ¿cómo estás? No puedes responderme bien, mal, regular, ni fu ni fa… ¿Serías realmente capaz de saber qué emociones estás sintiendo justo en éste momento y ponerle nombre? Y si así fuera, ¿por qué sabes que estás así?
Si la respuesta es negativa, ¡bienvenid@ al club! Hemos sido educados en un contexto en dónde las emociones eran algo desconocido, quizás incluso algo que intentar evitar, no ser demasiado efusivo, no llorar… forman partes de las reglas sociales de nuestra infancia.
Pues bien, la escuela que por años se ha basado puramente en la mente, tanto sabes, tanta nota tienes, está cambiando. Nos estamos dando cuenta de que con estos niños no nos vale eso, las notas ya no son importantes para nuestro alumnado, no siempre es un refuerzo al que acudir cuando tenemos un alumno con conductas disruptivas y el sistema de partes y expulsiones tampoco nos sirve. Empezamos a comprender que somos más que una mente y que tenemos también un corazón, unas emociones que son indispensables para poder aprender, ha llegado la educación emocional a la escuela.
Y ahora, ¿quién va a impartir educación emocional? Efectivamente, todos esos docentes que nos hemos educado en una escuela que nunca tuvo en cuenta las emociones y, ¿cómo lo vamos a hacer? Pues como podríamos pensar, a través de la mente ya que es cómo hemos sido educados, de ahí que hagamos ejercicios de asociación entre situaciones y cómo nos deberíamos sentir ante ellas, de poner dibujos de caras y preguntarles a los peques cómo se sienten esos dibujos, o de que hagamos una listas sobre lo que es aceptable o no ante determinadas emociones… y está bien, pero es profundamente incompleto, insuficiente.
¡Que os he dicho que os tenéis que controlar!
Para poder trabajar las emociones tenemos que sentir, utilizar nuestro cuerpo y experimentar las emociones en él, ¿cómo voy a enseñar la alegría explicando con voz monótona las características de la alegría con una ficha?, o qué es el amor si me cuesta expresar mi afecto con mi cuerpo a través de un abrazo, qué tal enseñar autocontrol gritando a nuestros alumnos totalmente fuera de control ¡qué os calléis ya!
Para enseñar educación emocional hacer falta conocer, y sobre todo ser, es necesaria una transformación en el docente que nos haga volver a llevarnos bien con nuestras emociones, abriéndonos a todas, así será lo que transmitamos a nuestro alumnado en ese curriculum implícito.
Estamos ante uno de los pasos más difíciles que se hayan dado en la educación durante los últimos años y es educar de una manera diferente a la que hemos sido educados, romper con todos esos mecanismos automáticos, con los que nos hemos desenvuelto en nuestro mundo.
Quizás estamos en el inicio de lo que podríamos llamar la segunda ola de la educación emocional, aquella que va más allá de enseñar puramente a través de la mente, es el momento de introducir el cuerpo y el corazón en la enseñanza. Como aperitivo aquí os dejo lo patrones efectores de las emociones para poder jugar en clase con vuestros alumnos.
Os dejo también algunas preguntas para reflexionar, quizás de aquí podamos seguir avanzando en el aprendizaje emocional.
¿Por qué diferentes personas ante una misma situación tienen emociones diferentes?
¿Cuantas de las decisiones que tomamos cada dia se basan en nuestras emociones?
¿Existen las emociones negativas o positivas?
¿Deberíamos incluir el dibujo, la música, la danza o el teatro en el trabajo de educación emocional?
Jose Luis Pizarro Rivas. Lcdo en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y Profesor de yoga para niños.